Casa vacía

LA CASA URBINA. Lima, 2015. Fotografía digital

Hace pocos años Lima empezó a ser una ciudad que se construía de otra manera. El crecimiento urbano no solo modificó la concepción del espacio habitable, sino también el movimiento de las relaciones humanas y sus distancias internas. Las otrora casonas familiares, de dimensiones hechas para el recreo a la par de la convivencia de otra época, fueron las primeras en ser tomadas por la oferta de las inmobiliarias que se asentaron para activar el nuevo mercado. Muchos de estos inmuebles ya no eran sostenibles porque demandaban un mantenimiento costoso para sus dueños, los cuales veían envejecer sus recintos a los que quedaban ligados por un pacto de memoria familiar. Al tiempo que este cambio sucedía, podía notarse que mucho del paisaje habitual se iba desplomando por un desborde de la mano de obra: nunca tantos obreros habían trabajado en la ciudad. 
Obtuve permisos de los propietarios y las empresas inmobiliarias para trabajar en estas casas como estudios fotográficos antes de ser entregadas para su demolición. El vacío permanente al que habían sido relegadas no era del todo completo, ya que la vida de sus antiguos ocupantes fluctuaba en los últimos enseres que nadie había querido recoger y revelaban ciertos esquemas de intimidad. De esta forma también fue cedida su utilería, la misma que le aportaba a las escenas falta de completud y un desajuste escenográfico que resultaba propicio para la documentación de la mudanza. Se respetó todo lo que había quedado. La presencia del movimiento abandonado se integró a las situaciones que se llevaron a cabo con bailarinas y modelos, quienes reanimaron estas ruinas contemporáneas hasta el agotamiento de sus últimos días.

El trabajo sigue en curso.

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