La Catedral

Un domingo, entre las dos y cinco de la tarde, pueden volver los años cincuenta al centro de Lima. Si hay rayos de sol en otoño, estos pueden ser feroces y agrietar las marcas de la herrumbre. Las paredes cavadas por el abandono resguardan con engaño toda vida que se le acoja. ¿En qué momento se jodió La Catedral, el bar de Zavala y Ambrosio en la novela de Vargas Llosa? En el 203 de Alfonso Ugarte no queda más que una fachada verde que tiene como huésped a una fábrica de aparatos de gimnasio. Los camiones de carga pasan por su puerta, los mismos que ya no traen a los obreros que colmaban sus mesas con cervezas y fritangas. 
Flavio, ven acá, el sol ha salido como un castigo del que no correremos. En el mercado Las Malvinas no serás más argentino, Sacro, mejor ponte aquí, las paredes se están levantando desde abajo. Miren esa ventana, es la última del bar, por ahí se iría el humo de la cocina hasta Barrios Altos... También se iría la guaracha de la radiola, el tintín de las botellas, los gimoteos por vivir como los retazos de un país partido. Pero volvamos a la escena, siéntense en esta mesa, trabajen, sí, sin descanso como es a veces, contra el reloj que marca mayo de 2017. Puede ser que del bar no haya más que un hueso, pero les juro que todo sigue igual alrededor: los avisos en los balcones, los ambulantes con sus ollas, Ambrosio matando más perros, la presión por explotar todos al mismo tiempo. Es domingo en La Catedral y su feligresía puede estar dormida en los cementerios, pero esta vez quedamos nosotros, esperando afuera a que el serranito nos abra, pero es inútil, toc, toc. Vamos a la vuelta, allá todo es blanco y negro como ustedes, no hay más color pero sí una erosión que nadie atiende. Que nadie entiende. Algún día terminaremos así, esa ventana será nuestro ojo que sopesa sus arrugas rendidas en toda la cara y nos reiremos como locos, porque la locura es la diosa que nadie puede profanar. No olvidemos donde estamos: ya no estamos en ninguna parte. Caminen toda la puesta de sol mientras dure, esto se acabará por la noche cuando llegue la demolición y ni siquiera el Batuque habrá llegado a su casa. Batuque, perrito, ven, vamos donde Ana
De la serie DE VUELTA A LA CATEDRAL. Lima, 2017. Fotografía digital

Comentarios

Unknown dijo…
Que bueno poder encontrar una imagen de La Catedral :)
Lo escrito me hizo estremecer hasta las lágrimas :')
En qué momento se jodió Lima? creo que la respuesta la hemos tenido siempre.
Y cómo ha terminado La Catedral es un reflejo de ello, de nosotros mismos como Sociedad.

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