Maruja

MARUJA VENEGAS. Lima, 2011. Fotografía digital

La locutora más antigua del mundo tiene noventa y cinco años, vive a diez cuadras del barrio donde nací y ha vencido al Parkinson por milagro de la Virgen de Fátima. Maruja Venegas ha albergado el sosiego del tiempo en un condominio de tejados a dos aguas, un enclave donde no llega el desborde humano ni asoma su voracidad. Solo desde ahí toma el teléfono para transmitir en vivo los sábados por Radio Santa Rosa.
La veo en todas sus formas: los nudillos de sus manos, la armonía de su cabello, y su mirada que centellea desde un fondo de fuego. Prudencia, su criada, trae Inca Kola en la bandeja. La veo en otras formas: la locuacidad como el signo de su inteligencia; su vehemencia social como una agenda en la que no participa la edad... la precisión de su humor cayendo de tanto en tanto sobre nosotros. Y sobre todo, el flujo de su incesante vida, puente por el que pasaron muchas otras. Se abanica con un lienzo de mujeres españolas. Nos mira con ellas.

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