Desde las cenizas


TIERRA QUEMADA. Cusco, 2017. Fotografía digital 

Quemar el suelo para eliminar la maleza conlleva riesgos a tomar en cuenta. Si no es controlado se puede desbordar a un incendio de proporciones. De las cenizas restantes, la tierra adquiere nuevamente los minerales para su regeneración, pero si cae la lluvia ocasiona un lavado que la dejará estéril. Arrasada por el agua. Por eso, hay que quemar vigilando al cielo. Formar el suelo toma siglos. El ardor también se lleva la vida invisible y subterránea: lombrices, hongos, bacterias que cumplen con el proceso de salubridad de la tierra. Entonces, guardarse del fuego, del viento y el agua como acto ayuno. Dejar la ceniza mientras tanto.

             

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