Aguas de marzo

RASPADILLA. Bahía de Lima, 2019. Fotografía móvil 

La última ola de calor llega en otoño, el verdadero verano. Las playas están despejadas y la luz se mantiene para los que llegan a abrazar el sol sin su penitencia de los meses anteriores. Una corriente de aire frío se mezcla con los rayos solares y el equilibrio es perfecto, a pesar que la gente es invadida por la nostalgia de quien se echa a marchar a su destierro. Si el verano es para darle un festín al ocio, el otoño es para la observación: aclimatarse requiere de temperamento. La luz no es algo que podamos guardar, por eso deberíamos recibirla en todas las estaciones, pero para eso Lima fue la ciudad equivocada. Aun así, en estas épocas que posterga su neblina y nos vuelve seres desnudos, su luz vierte un color que se parece a la infancia.


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